domingo, 16 de agosto de 2015

Tuve ganas de escribir un texto más o menos largo, ensayé por un rato y me quedé corta.

Nunca lo logro.

Después de temporadas caóticas está bien parar un poquito y ver qué se conserva después de todo.
Los lugares suelen mantenerse, la percepción de ellos se altera.
Las ciudad se llena de lugares con nuevos significados, las calles suenan distinto.
Un camino que parece ser el de siempre es ahora el hilo que une varios puntos de encuentro. 
Me gusta saber que la ciudad es la misma, que las calles no se han movido.
Aunque sigo sin saber dónde estoy parada, tengo algunas certezas.
Esta casa sigue siendo la misma, el sol se mete siempre a las mismas horas.
Las plantas aquí crecen bien. La vida adulta me hace no olvidarme de regarlas.
Maté una planta, la regué y volvió a la vida. Sé que depende de mí.
Los animales son los hijos de los sin hijos. Las plantas los animales de los sin animales.

Soñé que el clóset estaba lleno de ratas, salían por la pared.
Desperté y no hay ninguna. Puedo dormir tranquila.
Me gusta vivir aquí: en esta casa, en esta vida y en esta calle.
Que esta calle se llame como un plan a corto plazo, como una novela por leer.
Como un relato a escribirse aquí. 


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