martes, 9 de septiembre de 2014


Había una vez una mentira.

Después una promesa

y al final una boda.

Solíamos caminar por el Soho
hacer compras en Chelsea
comer sushi en Brooklyn.


Lejos de Manhattan
aún seguimos siendo
dos personas diferentes
que se aman como personajes de Woody Allen
y que interpretan sus sueños
                                ahí
                                alguien lastima un pájaro
                                alguien aprieta la mandíbula al dormir.

Había una vez una mentira que se hizo verdad.

Después una promesa

y al final una separación.

Solíamos dormir en el trayecto
trazar rutas sin rumbo
y buscar un artista sin nombre.

Todavía somos personajes
desenfocados y un poco borrosos
pero al final tomando el mismo vuelo
como aves migratorias que comienzan un nuevo ciclo
y aunque no queramos tenemos que interpretar nuevas verdades
[y otras mentiras por decir].


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