jueves, 4 de junio de 2015

Hoy leía en voz alta un cuento de Chéjov en donde la protagonista es una perrita que se pierde porque su dueño se emborracha en una noche especialmente fría:

Kashtanka dividía a toda la humanidad en dos partes muy desiguales: en dueños y clientes; entre unos y otros había una diferencia sustancial: los primeros tenían derecho a pegarle, mientras que los segundos era ella la que tenía derecho a hincarles los colmillos en las pantorrillas.


Un poema de Berta García Faet que se llama "Me gustaría meter a todos los chicos que he besado desde el año 1999 en una misma habitación":

me gustaría no clasificarlos
pero estoy segura de que los clasificaría porque clasifico todo
no lo haría por edad o por nacionalidad o por aptitudes o por estado civil
habría 2 grupos
el grupo de los chicos con los que fui yo
y el grupo de los chicos con los que no fui yo
(dentro del grupo de los chicos con los que no fui yo
seguramente habría algún chico impertinente
que preguntaría
si no eras tú, quién eras? friedrich nietzsche? alfonsina storni?

Banana Yoshimoto divide el amor en dos tipos: amores que tienen un final predecible y amores que parecieran no tener un final.

Ojalá que todo fuera tan sencillo como dividir el mundo en dos, que sólo estuvieran las personas que se despiertan temprano y prenden la computadora y las que despiertan tarde y no hacen nada. Sólo dos opciones, nunca las dos al mismo tiempo: Zucaritas o Chococrispis, Lamy o Montblanc, Gap o Levis.
Existen las personas que creen en el amor, otras que no quieren creer o que tienen miedo o que son lisiados emocionales.

Yo quiero hincarle los colmillos en las pantorrillas al grupo de chicos con los que siempre fui yo, despertar temprano y prender la computadora, desayunar chococrispis, usar una montblanc, vestir pantalón negro gap, creer en el amor.
Sobre todo eso, creer en el amor, en el amor al que es imposible verle un final.

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