Abril hizo su tesis sobre Cortázar.
Yo hice mi tesis sobre José Clemente Orozco.
Las dos estuvimos los mismos años en la Facultad de Filosofía y Letras.
Nunca nos vimos en los pasillos.
Las dos viajamos el mismo año por primera vez a Nueva York.
Ella compartió asiento en el avión con el hijo de Orozco.
Yo hice una estancia de investigación en el MoMA leyendo cartas de Orozco a Alfred H. Barr.
Nunca nos encontramos.
*
Conocí a Abril en el 2009, en la FIL de Guadalajara.
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Las dos estuvimos los mismos años en la Facultad de Filosofía y Letras.
Nunca nos vimos en los pasillos.
Las dos viajamos el mismo año por primera vez a Nueva York.
Ella compartió asiento en el avión con el hijo de Orozco.
Yo hice una estancia de investigación en el MoMA leyendo cartas de Orozco a Alfred H. Barr.
Nunca nos encontramos.
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Conocí a Abril en el 2009, en la FIL de Guadalajara.
De inmediato comenzamos a platicar en proyectos que podíamos llevar a cabo juntas.
Fue amor a primera vista porque después de eso comenzamos a desayunar en el Moheli.
Nuestras pláticas siempre eran interminables.
Las dos estábamos en psicoanálisis así que siempre recurríamos a Lacan para explicar nuestra tristeza, histeria, felicidad.
Esa vida en 2009-2010 tenía otra geografía y otros personajes.
Se puede decir que Abril y yo cambiamos de vidas y en el inter nos separamos pero después volvimos a encontrarnos.
Nuestras pláticas siempre eran interminables.
Las dos estábamos en psicoanálisis así que siempre recurríamos a Lacan para explicar nuestra tristeza, histeria, felicidad.
Esa vida en 2009-2010 tenía otra geografía y otros personajes.
Se puede decir que Abril y yo cambiamos de vidas y en el inter nos separamos pero después volvimos a encontrarnos.
Pero antes, en 2010, comenzamos a tejer juntas y ella me decía teacher porque le había enseñado a tejer bufandas.
Abril era el nombre que sugirió mi abuela cuando nací.
Le pareció un nombre adecuado para una niña nacida en este mes.
Al final mi mamá decidió ponerme Idalia, como ella.
Al final mi mamá decidió ponerme Idalia, como ella.
Abril entró al Centro Escolar Exea en 1993. El año en el que a mí me cambiaron al Quetzalli.
Y sin saberlo se hizo mejor amiga de la que en ese momento era mi mejor amiga.
Una niña que siempre me recordó a Blancanieves. Que tenía el pelo negro y la piel blanquísima.
De las cosas que hacía con Vero Chávez era intercambiar nuestros tenis panam y jeans en el baño.
A mí me gustaban sus jeans porque tenían pinzas, a ella le gustaban los míos porque eran rectos.
Era una época sin posibilidad de encontrarse de nuevo, así que cuando salí de esa escuela se perdió todo contacto.
No la volví a ver.
Años después supimos que Abril había entrado a esa escuela cuando yo salí y que habíamos compartido a la misma amiga.
*
En el 2000 llegué a vivir al barrio de Los Reyes Coyoacán. En el edificio en el que vivía tenía una vecina que era arquitecta y que al poco tiempo se casó con un doctor veterinario.
Los sábados hacían asados en un pequeño patio interior que tenía su departamento por ser el de la planta baja.
Recuerdo que a veces me asomaba por mi recámara y veía las cabecitas de las personas tomando el sol en el pequeño jardín.
Siempre pensé que era una bendición no tener una familia grande y no tener que asistir a ese tipo de comidas.
No sabía, eso también lo supe cuando conocí a Abril, que el esposo de la arquitecta era su tío y que había ido varias veces a su casa.
Nunca nos encontramos en el edificio.
*
Ayer comí con Abril.
Fuimos a un restaurante cerca de Reforma sobre la calle de Aurora.
Antes de comenzar nuestra sopa de hongos y espinaca chocamos las cucharas y nos vimos a los ojos como si nos pudiéramos matar con la mirada.
De estos pequeños rituales se nutren las amistades.
Gestos que me gustaría desplazar junto con el cariño que les tengo a mis amigas.
Desde el año pasado decidimos que siempre que nos veríamos elegiríamos comer en restaurantes bonitos.
Ya no tejemos bufandas.
Ya no vivimos en el sur de la ciudad.
Abril ahora tiene el pelo corto y yo largo, quizá tan largo como lo traía ella cuando la conocí, quizá tan corto como lo traía yo en aquellos años.
Fuimos a un restaurante cerca de Reforma sobre la calle de Aurora.
Antes de comenzar nuestra sopa de hongos y espinaca chocamos las cucharas y nos vimos a los ojos como si nos pudiéramos matar con la mirada.
De estos pequeños rituales se nutren las amistades.
Gestos que me gustaría desplazar junto con el cariño que les tengo a mis amigas.
Desde el año pasado decidimos que siempre que nos veríamos elegiríamos comer en restaurantes bonitos.
Ya no tejemos bufandas.
Ya no vivimos en el sur de la ciudad.
Abril ahora tiene el pelo corto y yo largo, quizá tan largo como lo traía ella cuando la conocí, quizá tan corto como lo traía yo en aquellos años.
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