martes, 23 de septiembre de 2014

Soñé con una pared que era como una arena movediza.
Tenía la textura de la arena falsa que venden en el MoMA.
La gente quería atravesarla para saber qué había del otro lado, pero yo no la atravesaba. 
Me daba miedo.
Desperté en mi casa, en mi cama. 
Todo era demasiado blanco.
Pavlova a mi lado también dormía.
Pensé en esos residuos que se quedan en el inconsciente. 
Esa escena del viaje que podría ser la más trivial como estar en una tienda y tocar la arena artificial, tocarla como se toca un llavero o se toca una postal que no se va a comprar, de un momento a otro, resulta que está en la memoria, en lo más hondo, ahí, siendo un significante.
¿Qué será lo que me da miedo de ese otro lado?

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